Fuente primaria.
Durante
el segundo trimestre de 2016, comenzaron las lluvias dando fin a la escasez extrema
que desertificaba al país. Sin embargo, a simple vista, notamos que este hecho
no tuvo el impacto esperado en el precio del botellón de agua mineral, que lejos
de estabilizarse, se incrementó, y en un porcentaje mayor al que había
registrado en meses anteriores: pasó de un 20% mensual a un 25%, entre los
meses mayo y junio, y hasta la fecha he observado que esta tendencia se
mantiene. Podría decirse entonces, que la inflación tiene un peso importante en la
determinación del precio de este producto, pero sin omitir un detalle importante:
la calidad del agua forma parte de la escasez relativa.
Debemos recordar que la sequía extensa,
originada por el fenómeno del Niño, acentuó la concentración relativa de los
contaminantes y la presencia de sedimentos en el agua al disminuir el caudal
de los ríos; situación que persistirá hasta que los embalses logren recuperar
sus niveles óptimos. Por lo tanto, durante este trimestre aún se observa la
presencia de sedimentos en el agua potable distribuida a través de las tuberías,
lo cual origina un alto grado de turbidez. El aspecto desagradable del agua que
emana de los grifos, desincentiva su consumo y transforma el agua mineral de un
bien de lujo a uno de primera necesidad, cuya característica es la baja sensibilidad de la cantidad demandada ante incrementos en el precio. En la medida que se restituya la calidad perdida del bien gratuito, podremos observar el efecto que se logra en el precio del botellón, es decir, evaluar el peso de la sustitución.