La variable que ejerce mayor presión sobre los
recursos hídricos es el crecimiento
poblacional, que de acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, se
duplicará entre 1980 y 2030, superando los 7.000 millones de habitantes. Tendremos más gente y menos agua en
vista de los desajustes climáticos y la contaminación. Por eso es necesario que los gobiernos realicen las inversiones
pertinentes en infraestructura para garantizar el abastecimiento del vital
líquido, evitar conflictos de uso y
fomentar el crecimiento económico sostenible en tiempos de Cambio Climático.
Es
importante resaltar que América del Sur es la región que posee las mayores
reservas de agua dulce a nivel global (31% de acuerdo con cifras publicadas por
el Banco Mundial para el año 2015), las cuales están concentradas en la región
amazónica, hogar de los bosques húmedos del trópico. Como era de esperarse, Brasil es el país que cuenta con la mayor
riqueza hídrica del mundo, Venezuela está entre los 10 primeros. Entonces nos preguntamos,
¿a qué se deben las limitaciones del servicio? ¿Por qué en el país el
suministro es intermitente y la calidad deficiente?
Hablemos
de Caracas. De acuerdo con el último censo realizado por el INE en el año 2011,
la ciudad aloja 1.943.901 de habitantes, lo que representa el 7,14% de la
población total de Venezuela. Si consideramos que por normativa sanitaria
Hidrocapital está obligada a distribuir 250 litros de agua por habitante al día
en óptimas condiciones, tendremos que nuestra demanda hídrica total se estima
en 485.975.250 litros diarios.
Tomando en
cuenta que la metrópolis está servida por el mismo sistema hidrológico que fue
construido entre 1950 y 1970, y que el manejo de las cuencas asociados a estos es
cada vez más ineficiente, no podemos esperar más que desajustes entre la oferta
y la demanda hídrica pues la ciudad ha crecido y mantiene además, una población flotante proveniente de Los Teques, Guarenas, Guatire y La Guaira que incrementa la carga poblacional. Si sumamos la capacidad de los embalses de Camatagua (500
millones de litros), Lagartijo (80 millones de litros) y Taguaza (181 millones
de litros), nos da un total de 761 millones de litros, que sería más que
suficiente para abastecer de agua a toda la ciudad, suponiendo que los embalses se mantienen a plena capacidad. Pero eso está muy lejos de ser
cierto, y aún menos, cuando los periodos de sequía son extensos. En un
reportaje publicado el 28 de octubre del año 2013 por El Universal, Elisa
Vásquez advierte que los embalses existentes son insuficientes para cubrir la
demanda hídrica de la ciudad, y que además están siendo contaminados con
vertidos agrícolas, industriales y aguas servidas, que no pueden ser eliminados
por las actuales plantas de tratamiento, ya que fueron diseñadas para tratar
solo la contaminación biológica (orgánica). Si nos trasladamos al origen del
problema, no se está exigiendo el
cumplimiento de las leyes de calidad del agua a los responsables de los
vertidos que afectan a los embalses. Especialmente contaminadas se encuentran las
aguas del río Tuy, principal efluente del sistema Tuy II, que es el responsable
de abastecer al 25% de la ciudad. Adicionalmente, la planta de tratamiento del
Tuy III, que depende del embalse de Camatagua, principal fuente de
abastecimiento de los caraqueños, está funcionando a la mitad de su capacidad
de acuerdo con Vásquez, por lo que incrementar la capacidad de los embalses no
resolvería el problema de escasez, pues de los 15 mil litros/segundos que
deberían ser potabilizados, solo pasan 8 mil litros/segundos. Por si esto fuera
poco, el principal efluente de Camatagua es el río Guárico, que de acuerdo con
un reportaje realizado por Maryelba Nuñez el 13 de septiembre de 2015, es un
río en condiciones aceptables, “pero se le metió agua del Tucutunemo, que sale
de Taiguaiguay, que a su vez alimenta un sistema de riego”… “dejando a
Camatagua en un estado completamente eutrófico”. Y el embalse La Mariposa, que
cubre el 10% de la demanda hídrica de Caracas, también está contaminado por
vertidos industriales y arrastre de sedimentos, de acuerdo con una entrevista que dio a El Universal el Dr. Antonio
De Lisio, profesor-investigador de la Universidad Central de Venezuela, el 8 de mayo del 2014.
Es de
esperar que la extensa sequía originada por el fenómeno del Niño en el 2015
haya agravado esta situación, mermando el nivel de los embalses y manifestándose
una contaminación más acentuada, en vista de que al disminuir el caudal de los
ríos, se cuelan sedimentos y la concentración relativa de cualquier contaminante
contenido se incrementa. A todo eso le sumamos los despilfarros por botes de
agua que son frecuentes en la ciudad, que también acentúan la escasez y
la contaminación existente.
La población venezolana está asumiendo los
costos externos derivados de las deficiencias del servicio, no solo en lo
concerniente al pago de médicos y medicinas, en vista de que se incrementan las
probabilidades de contraer enfermedades relacionadas con la escasez y la baja
calidad del agua; sino además, en la construcción de tanques, acarreo de agua,
contratación de camiones cisternas, compra de garrafones de agua potable,
filtros, plantas de ozono, reparación de bombas y de calentadores y hasta gastos
en estudios bacteriológicos para conocer la confiabilidad del agua que se está
consumiendo.
¿Qué
podemos hacer ante esta situación? El Estado debe ejecutar inversiones de
ampliación y modernización del sistema hídrico existente, aunado a un mejor
manejo de las cuencas hidrográficas donde se ubican los embalses, que entre
otras cosas implica evitar las talas indiscriminadas, ejecutar planes de
reforestación, mantener una estricta vigilancia de los vertidos para exigir el
cumplimiento de los estándares de calidad de agua estipulados en el Decreto 883
aún en vigencia, así como también, realizar la reubicación de los invasores de
estas zonas protegidas por la ley. La realización de estos cambios es
impostergable. En el año 1982 se planeó la incorporación de un nuevo sistema,
el Tuy IV, que llevaría agua a Caracas desde un embalse construido en el río
Cuira con una capacidad de almacenamiento de 700 millones de litros, pero lamentablemente se
encuentra paralizado en la actualidad.
Este proyecto de gran envergadura debe ser concluido y apoyado con la
construcción de nuevas plantas de tratamiento, sistemas de reutilización del
agua, sistemas de riego más eficientes y la promoción de hábitos de consumo
racional del recurso. Existe una amplia gama de equipos en el mercado para
apoyar esta conducta como los tanques, los sistemas de recolección de agua de
lluvia, las pocetas y los grifos ahorradores de agua, entre tantos otros. El objetivo
es incrementar la capacidad de contener y distribuir efectivamente el agua,
pero también usarla de forma eficiente, ya que la población caraqueña
continuará creciendo y le convendría construir su resiliencia al Cambio
Climático a la mayor brevedad posible. Nuestra mirada debe estar en el futuro
que construimos hoy.

Econ. Deyanira Díaz