Río de la Plata

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sábado, 18 de julio de 2020

El dilema de las bolsas de plástico

           
Fotografía: Ian Banks
             
                Desde hace una década, se han estado desarrollando una serie de instrumentos de política ambiental en varias naciones del mundo, con el propósito de impulsar un cambio cultural dirigido a desincentivar el uso de la bolsa de plástico, en vista de los impactos nocivos que su descarte genera en el ambiente, los cuales tienden a agravarse en los cuerpos de agua. El problema radica en que las bolsas de plástico tardan entre 50 y 1000 años en degradarse, en función de la densidad del polímero, lo que genera su acumulación progresiva en el tiempo. Cuando lo descartado no tiene como destino final un relleno sanitario, termina siendo arrastrado por las corrientes de agua, y con frecuencia llega al mar. De acuerdo con un trabajo realizado por Vennila, Jayasiri y Pandey, (2014), para el International Journal of Fisheries and Aquatic Studies  titulado "Plastic debris in the coastal and marine ecosystem: a menace that needs concerted efforts", algunos de los impactos que causan las trazas de plástico en los ecosistemas marinos son: la destrucción del hábitat, ingesta de plástico y estrangulamiento de la biota, transporte de tóxicos orgánicos e inorgánicos, daños a la salud humana, pérdida del valor estético y económico de una región.

             Nos acostumbramos a usar la bolsa de plástico de manera frecuente en nuestras compras en vista de su resistencia; su principal atractivo resultó ser su mayor defecto al momento del descarte. Las almacenábamos en algún lugar de la cocina hasta que el espacio se hacía pequeño, y entonces aprendimos a hacer triángulos para comprimirlas; y al terminar el año eran tantas, que no sabíamos qué hacer con ellas y entonces terminaban en la basura. El avance logrado con las medidas impositivas y prohibitivas de uso ha sido enorme, pues la población se adapta con rapidéz en los países donde estas regulaciones entran en vigencia, sustituyendo el uso de bolsas de plástico por bolsas reutilizables (de uso prolongado), pues ya no se distribuyen en forma gratuita. La reducción que se logra en su consumo es inmediata y las que se compran son biodegradables o compostables, cuyo tiempo de degradación es menor. Pero he aquí el dilema... nuestra dependencia de las bolsas de plástico para desechar la basura no ha mermado y éstas suelen ser de polímeros de alta densidad. Como resiste cargas muy pesadas y evita la percolación de lixiviados, son ideales para contener y transportar nuestra basura. Además, las bolsas reutilizables que usamos ahora para hacer las compras, siguen siendo de plástico.  Hemos avanzado, pero no es el fin del camino.

¿Qué harémos?

               Como primer paso, es deseable que la elaboración de bolsas reutilizables se realice a partir de telas de fibras naturales muy resistentes como la lona, el yute o el cáñamo, o en su defecto, de plástico reciclado; pero lo realmente deseable sería dejar de usar este material, que si bien es muy barato de elaborar y de bajo costo para los consumidores, le sale muy caro al ambiente.

               Debe eliminarse el uso de las bolsas de plástico para descartar los residuos sólidos en el largo plazo, en el corto, parece inviable.  Muchos ambientalistas opinan que el objetivo es la no generación de residuos sólidos, la introducción de la economía circular en el ámbito empresarial (las empresas son capaces de reinsertar los desechos que se derivan de sus productos en la línea de producción), lo que le genera costos adicionales de recolección de reciclados y sistemas para transformarlos nuevamente en materia prima, o de contratación de este servicio a empresas dedicadas a ello. Y ya que hablamos de plásticos, pongo como ejemplo la empresa internacional "Bureo", fundada por Ben Kneppers, que recolecta las redes de pesca abandonadas en las costas y las transforma en pequeñas unidades reutilizables de plástico, con las que se pueden elaborar un sin fin de productos útiles. Si los costos generados en la reinserción de materiales reciclados al proceso productivo resulta menor a los costos de la materia prima no reciclada, habremos obtenido un beneficio adicional al de la conservación de los espacios naturales; es un cálculo que las empresas deben realizar al momento de decidir si adoptar este modo de operar, pues toda empresa debe ser, ante todo, rentable.


                     La no generación de residuos sólidos implica desarrollar la cultura del reciclaje, esta se vincula con  unidades de recolección transformación y uso del material que se recicla.

                      Otra manera de reducir el volúmen de residuos sólidos es comprando a granel en lugar de productos empaquetados. Este tipo de comercios está muy de moda y suelen ofrecer productos frescos de muy buena calidad, de origen local y de temporada. Consumir este tipo de productos debe repercutir de manera positiva en nuestra salud.

                    Nos quedan los residuos orgánicos. Con ellos, la propuesta es la elaboración de compost, pero para los que vivimos en apartamentos sin terraza y sin mucho espacio, esta propuesta nos resulta complicada. El compost libera gases en su proceso de descomposición que pueden resultar dañinos para la salud, por lo que también precisan espacios ventilados; pero aunque no contemos con las condiciones pertinentes, siempre podemos hacerle la propuesta a un amigo o familiar que sí las tenga. También es importante la separación de materiales tóxicos y de alto riesgo, de los desechos regulares para evitar accidentes.

              La tecnología seguirá avanzando para simplificar el sistema de reciclaje, hacerlo más efectivo, más sencillo y menos costoso, reduciendo el impacto negativo en el entorno, para que nuestro bienestar se eleve. Las empresas seguirán invirtiendo en investigación y desarrollo de empaques más adecuados. El vinculo entre la empresa y la academia es fundamental. Cuando llegué a Uruguay, me costó adaptarme al sistema de desecho de residuos porque es externo, tienes que salir a la calle a botar la basura en el contenedor más cercano a tu residencia. A primera vista parece un sistema obsoleto e ineficiente, pero con el tiempo me di cuenta que es mucho más límpio: menos espacio para la proliferación de ratas, ratones, cucarachas y otras plagas molestas.

              Es deseable que los países sigan explorando formas novedosas de desarrollar políticas de incentivos viables que impulsen a la población a realizar el cambio. No nos quedemos mirando desde lejos el acontecer de las cosas, seamos agentes activos del cambio en nuestro pequeño entorno, con pequeños gestos de amor.



               

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